¿Alguna vez has hecho una dieta especial muy restrictiva? ¿Te has prohibido comer algo? Si bien es cierto que para mantenerse saludable a veces es necesario cambiar nuestros hábitos alimenticios, esto no significa que nuestra dieta no nos permita darnos algo de libertad para consumir ciertos alimentos. Las dietas restrictivas para bajar de peso o mantenerse en el peso actual consisten en una alimentación saludable que aporte macro y micronutrientes necesarios, pero que condicionan y controlan las cantidades de los alimentos con alta carga de carbohidratos. Esto, aunque para algunas personas sea necesario, puede tener contraindicaciones y efectos secundarios si se convierte en una práctica mal ejecutada. Lo ideal sería adaptar nuestra dieta priorizando ciertos alimentos de manera balanceada.
Implicaciones de las dietas restrictivas
Las dietas restrictivas no son siempre malas ya que en muchos casos son necesarias para combatir algunos trastornos o afecciones como la diabetes, el sobrepeso y la obesidad. Estas dietas pueden variar dependiendo del problema particular de salud que se quiere tratar y de las condiciones físicas particulares de cada paciente.
Según Albácar (2000), la dieta debe ser nutricionalmente adecuada reduciendo las calorías de manera que se usen los depósitos de grasa para las necesidades energéticas. Asimismo, debe ser aceptada por el paciente, de modo que permita ir modificando progresivamente sus hábitos alimenticios para que pueda tolerarla. Dicho de otro modo, la dieta debe ser diseñada de modo que nuestro cuerpo la acepte y no suceda el efecto conocido como Efecto rebote. Sin embargo, hay personas que se someten a realizar dietas restrictivas sin un análisis previo de un especialista para adaptarla a lo que se desea conseguir, causando déficit nutricional y diversos riesgos de salud.
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Por ejemplo, las dietas bajas en calorías no son aptas para todo tipo de personas y se deben realizar en diferentes fases o etapas, siempre bajo la supervisión de expertos como nutricionistas, nutriólogos(as) y endocrinólogos(as). Este tipo de dieta, si no se realiza adecuadamente, tiene efectos secundarios como los mencionados por Albácar (2000): debilidad, mareos, estreñimiento, piel seca, intolerancia al frío, alteraciones menstruales, hambre, halitosis (mal aliento), dificultad de concentración, cefalea, náuseas, vómitos, diarrea, litiasis biliar (cálculos en la vesícula biliar), hipotensión (presión arterial baja), arritmias (latidos irregulares del corazón), gota (forma de artritis o problemas en las articulaciones), etc. Si bien no son efectos graves y mejoran con el tiempo, el uso indiscriminado de estas dietas sí puede generar afecciones graves.
Alimentos que deberían ser prioridad
El adaptar nuestra dieta requiere controlar la cantidad y variedad de alimentos, de modo que se incluyan alimentos frescos y procesados (sometidos a procesos industriales).
Carrillo et al. (2002) afirma que un solo alimento no posee todos los nutrientes esenciales para el correcto funcionamiento del organismo y que se deben consumir 40 nutrientes distintos encontrados en 7 grupos de alimentos: “Grupo I (Cereales y viandas), Grupo II (vegetales), Grupo III (frutas), Grupo IV (carnes, aves, pescados, huevo y frijoles), Grupo V (leche, yogurt y quesos), Grupo VI (grasas), y el Grupo VII (azúcar y dulces)”. Dentro de estos grupos, los correspondientes a los vegetales y las frutas, son los que deberían ser consumidos en mayor cantidad.
Las frutas y verduras contienen gran cantidad de nutrientes y propiedades que contribuyen a una dieta sana a partir de la cual se puede lograr el fortalecimiento de las defensas y el correcto funcionamiento del organismo. Morales (2016), en su libro titulado: Nutrición y Calidad de Vida, expone las propiedades ventajosas que poseen los 7 grupos de alimentos.
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El grupo III o grupo de las frutas contienen fructosa, que es un azúcar natural que proporciona energía, vitaminas y antioxidantes que evitan daños celulares en el organismo, así como también el desarrollo de enfermedades. Según el autor, un estudio realizado en Canadá permitió comprobar que algunas frutas, como la fresa, combaten virus.
Si hablamos de vegetales, Morales (2016) nos explica que estos controlan el calcio en el organismo, son fuente de potasio y hierro, además contienen sodio, magnesio, fibra y un tipo de sustancia llamada caroteno (precursor de vitamina A). Morales también menciona que los vegetales son excelentes para controlar y neutralizar los ácidos del organismo, proporcionan enzimas y catalizadores que facilitan la digestión de las proteínas, hacen posible la asimilación de los minerales y vitaminas e intervienen en el desdoblamiento de las grasas. En este mismo orden de ideas, Carrillo et al (2002) menciona que las propiedades de las frutas y verduras potencian el sistema inmunológico ayudando a prevenir enfermedades. Dicho esto, se evidencia que las verduras y frutas son los alimentos más cargados de nutrientes y a los que se les debería dar prioridad dentro de nuestra dieta para lograr un balance, así mismo, la variedad de frutas y verduras contribuye a la variedad dentro de la dieta.
Dieta mediterránea, un ejemplo de dieta balanceada
La dieta mediterránea se originó en la región que lleva su mismo nombre, específicamente en países como Grecia y el sur de Italia en la década de los cincuenta. Fue descubierta por el gran interés que causó el bajo índice de enfermedades cardiovasculares, entre otras dolencias, que presentaban los habitantes de esa región concluyendo que su dieta era en gran parte la causa. Según Carbajal (2001), este tipo de dieta está caracterizada por el gran consumo de leguminosas, frutas, verduras, cereales, legumbres y hortalizas, integrando valores nutricionales y gastronómicos en sus platos. Verduras y frutas son la fuente principal de antioxidantes, las ultimas se usan como postre al final de cada comida y las ensaladas de verduras están presentes en todo momento.
El aceite de oliva, como principal grasa, es fundamental debido al uso diverso y sustancial que se le da al momento de preparar las comidas. Igualmente, la ingesta moderada de alcohol, en específico vino, durante las comidas ha mostrado grandes beneficios en lo que respecta a la prevención de la mortalidad cardiovascular.
Pixabay. (2017). Recipiente Se Vierte Con Líquido Amarillo [Image]. Recuperado de https://www.pexels.com/es-es/foto/recipiente-se-vierte-con-liquido-amarillo-33783/
Dentro de la dieta mediterránea, el consumo de pescado también ha demostrado grandes aportes en la salud, ya que posee efectos antinflamatorios y antiarrítmicos que previenen la hipertensión arterial y la diabetes. Asimismo, en esta dieta predominan las preparaciones culinarias sencillas, como los hervidos y los asados, con el uso de productos fresco.
Como recomendación general para la buena salud, es fundamental huir de los excesos, hacer ejercicio moderado, mantener un bajo nivel de estrés y sobre todo beber abundante agua en sustitución de los refrescos. Nuestra dieta debería estar diseñada para mantener un balance nutricional y calórico según las necesidades de nuestro cuerpo. Adoptar dietas que no van acorde a lo que necesitamos puede generar afecciones graves y déficit nutricional. Por lo tanto, sería ideal que revisemos con un especialista lo que estamos consumiendo y comenzar a adaptar nuestra dieta según las necesidades para la salud. Si bien cada cuerpo es diferente y, por lo tanto, también sus necesidades, nuestra dieta debería priorizar las verduras y las frutas por su alto nivel nutricional y beneficios a la salud. La dieta mediterránea ha probado ser efectiva lo que la convierte en una excelente opción.
Autores: Dana Inés Mendoza Maza, Daniela Pérez Morro.
Profesor Asesor: Oscar E. Hernández B.
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