El público adolescente de las actuales generaciones ha nacido en el tiempo de la apertura y auge tecnológico, han gozado de las pantallas, la interconexión y la globalización tecnológica. Sin embargo, han tenido que cargar con el peso de las consecuencias por el uso excesivo de dispositivos como, los teléfonos inteligentes. Entre estas se encuentran la depresión, la adicción, la codependencia y el aislamiento.
Existen muchos estudios que evalúan la correlación entre los trastornos mentales y el uso de los teléfonos inteligentes, pero no hay nada concreto que los pueda vincular de manera explícita. Según un estudio realizado por el Pew Research Center (2020), el 71% de los padres estadounidenses con hijos no mayores de 12 años, tienen niveles bajos de preocupación por su exposición prolongada a las pantallas y el 31% tienen niveles altos.
Es importante destacar que, durante la pandemia, los adolescentes confinados en casa tenían menos pasatiempos y los teléfonos inteligentes fueron los principales aliados para contrarrestar el consecuente aburrimiento.
Foto: Col prensa
Es así que una preocupación común en los padres de adolescentes es el no saber cuál es la exposición adecuada o que tiempo es demasiado o suficiente para estar frente a una pantalla. Otro estudio realizado por la organización CSM (de la frase en inglés: Common Sense media), muestra que los adolescentes entre 13 y 17 años usan el teléfono inteligente, en promedio, durante 9 horas al día.
El uso de los teléfonos inteligentes ha llegado a ser tan adictivo y desmedido que puede tener repercusiones graves en nuestra salud física y mental. Por ejemplo, muchos adolescentes duermen con sus celulares bajo la almohada y cuando reciben una llamada o mensaje responden casi que de inmediato sin importar la hora que sea.
Entre las consecuencias que tiene el uso indiscriminado de los teléfonos inteligentes, se puede destacar a la pérdida de sueño durante la noche (insomnio), lo que a su vez trae como consecuencia que el cuerpo no descansa lo suficiente y, por lo tanto, el cerebro comienza a generar acciones químicas que pueden ser detonantes emocionales de trastornos como la depresión, la ansiedad, la pérdida de apetito y la sensación de cansancio. De este modo, las tecnologías pueden potencializar o inhibir algunas capacidades y habilidades de los jóvenes.
Otros efectos han impactado en el sistema nervioso, pues se han hallado afecciones cognitivas, hipersensibilidad electromagnética, daño en la información genética y alteración del sistema inmunológico. Según Ponce (2014), también se han encontrado problemas de memorización, lo que a su vez se conecta con la falta de atención. Muchas de las anteriores afecciones a nuestra salud neurológica y fisiológica son causadas por las ondas electromagnéticas que emiten los teléfonos inteligentes.
Nuestro cerebro ha evolucionado para la interacción humana. Desde que nacimos, los rostros y las voces captan más nuestra atención que otros tipos de estímulos visuales o sonoros (Höhl, 2013). Esto nos permite desarrollar habilidades de interacción con otras personas y favorece nuestro aprendizaje. Cuando estas interacciones pasan al plano digital, por ejemplo, con el uso de teléfonos inteligentes, se pierde la riqueza de este proceso.
A manera de conclusión, los porcentajes de adolescentes en los Estados Unidos, que usan en forma prolongada los teléfonos móviles es alarmante y la pandemia de la Covid-19 tuvo incidencia en el alza de estos números. Los daños que causa a la salud y, en especial, a nuestro cerebro el uso excesivo del celular son inminentes, por lo tanto, es necesario empezar a educarnos para mitigar este impacto.
Los efectos nocivos del uso inadecuado de los teléfonos móviles podrían ser considerados como un problema de salud pública, debido a las cifras que comprende y las afecciones físicas, psicológicas y sociales que conlleva. De este modo, es necesario empezar a definir límites en la forma de uso de los teléfonos inteligentes, de manera que no se vea afectada nuestra salud mental, neurológica y física. En ese sentido, está en nuestras manos cuidarnos o dejar que estos dispositivos, poco a poco, acaben con nuestro bienestar físico y mental.
Autores : María Arteta Mena, Mauricio Gutierrez Gravini, Cielo Marchena Orozco, Dayanara Mejia Ballesteros, Carol Mendoza Matos
Profesores Asesores : Oscar E. Hernández B. y Laura Posso M.
Comunicación de las Ciencias